
A lo largo de estos años se han visto un sin fin de marchas, noticieros cada mañana informando desapariciones forzadas, miles de madres, padres, hermanos, hijos, buscando a sus femeninas, ver sus ojos desgastados el pasar de los años sobreviviendo con angustia e incertidumbre diaria.
Es 8 de marzo, y lastimosamente se escucha decir entre las calles “ya van a empezar con sus destrozos”, “aguas por que se van a poner locas”, “ya vienen las vándalas” entre otros comentarios impregnados por la ignorancia, yo lo que veo es iconoclasia, ya que cada quien es libre de construir su discurso de manifestación de la mejor forma.
El simple hecho de ser mujer debería ser razón para sumar, empatizar y tener sororidad ante este contexto situacional en la cual con base en información oficial mueren 11 mujeres diariamente; se siente un nudo en la garganta y una presión en el pecho cuando se escuchan estas cifras. Así que hoy más que nunca se lucha por los derechos de igualdad, exigimos el poder salir a las calles sin el temor, de tal vez no regresar.
Hoy se exhorta a los tres poderes el garantizar un ambiente social de seguridad, respeto y paz hacía nosotras.
Y es que a lo largo de estos años la lucha del feminismo no es mas que lograr la evolución de la igualdad de los derechos entre hombres y mujeres.
Esta mañana recordaba experiencias de la infancia y adolescencia, sentí pesar al recordar que mi madre a través de su discurso formativo me condicionaba y preparaba ante alguna situación de posible secuestro, desaparición, violencia sexual, violación, o cualquier signo de violencia; recuerdo que a donde quiera que me encontraba tenía que mandar mi ubicación todo el tiempo, dejarle la contraseña de mis redes sociales por si algún día no regresaba a casa ella pudiera entrar y descubrir me había quedado de ver con alguien. Me enseño desde infante que nadie puede tocar mi zona intima sin mi consentimiento, o aunque yo amara los vestidos no era libre de usarlos pues si me hubieran faltado el respeto en la calle, que muchas ocasiones lo hicieron, la responsabilidad era mía por cómo iba vestida.
El 8M lo recibo con dolor y alerta, tal vez por que todas las mañanas a través de los diferentes medios masivos de comunicación me informo de la situación actual que sufrimos a diario como mujeres en las calles, en el transporte, en las escuelas, en los trabajos, recibir miradas perturbadoras, hostigamiento, acoso, o lenguaje de odio; es una situación que genera sentimiento de enojo, principalmente hacia el género masculino, ver la apatía y revictimización de la sociedad, ver a diario como personas incansablemente buscan a sus mujeres desaparecidas o peor aún, atravesar la cruel injusticia de un feminicidio de un rostro responsable.
Hay tanto por expresar, tantas palabras y miles de testimonios que lograrían sensibilizarnos al narrar historias desgarradoras; pero no necesitamos que se nos desaparezca una hermana, una hija, o nuestra madre para comenzar a ser feminista; seremos la voz de las que ya no pueden gritar, sentir o respirar, compartiremos el dolor de las que ya no están; desde hoy lucho por la causa y con mi actuar se pondrá en alto el verbo sororidad, enfatizó que la unión entre mujeres hace la fuerza, el día que lo entendamos tal vez pueda existir una diferencia social.
Lector te invito a que a través de estas palabras te detengas a pensar y reflexionar, en un tema de sensibilización y visibilidad respecto al gran problema que vivimos las mujeres y que es imposible enjuiciar una problemática femenina desde la perspectiva masculina, es aquí en donde su aportación y acompañamiento lograría escalonar cada día más hacia el objetivo buscado, el impulso hacia las mujeres debe ser igualitario, los juzgamientos y las críticas hacerlas a un lado y este día rendir honor a la palabra conmemorar verdaderamente y sobre todo reconocer la lucha diaria que como mujeres llevamos a cabo.