Por: Maestra Maritza Romero Mares
Las palabras siempre han sido el motor más grande que se ha usado en todos los ámbitos sociales. Desde los publicitarios, los religiosos, sociales y por supuesto: los políticos.
Pero esta vez quienes escriben para las nuevas campañas tendrán un nuevo reto: la semántica discursiva tendrá que convertirse en una especialización a cada segmento votante que espera encontrar más fallas que aciertos.
La lentitud con las que nos han estado informando y los tonos fuera de emotividad deberán ser cuestionados, pues sólo han sido prueba de que aburriendo a las audiencias, se puede confundir y engañar de la manera más objetivamente tangible.
Las redes, virtualizadas son ahora ventanas de acceso que son indispensables, así que la sintaxis deberá ser pulida y contundente.
Los textos serán cortos, claros y precisos y los adjetivos que han sido fórmula constante, deberán desaparecer para darle paso a la contundencia.
No es de nadie desconocido que es entre líneas que el mensaje político se descubre y las intensiones se develan. Así que hoy los votantes, más familiarizados por el tiempo de acceso a los medios digitales dedicarán menos tiempo de atención y evaluarán más rápido los textos.
Aquellas palabras fuera del contexto, serán olvidadas y el tan ansiado posicionamiento de marca puede ser una meta más lejana que en periodos anteriores. Los votantes serán grupos flotantes entre el significado de su propuesta de campaña y la realidad que se vive en el país.
Esperemos ver las acciones que en los discursos políticos se preparan por aquellos que formen parte de los equipos de campaña. Esperemos ver la pronunciación o preparación que tengan los políticos al pronunciarlos y la logística de los mensajes.
Esperemos a ver si han entendido que hay un grupo importante de ciudadanos cada vez más preparados dispuestos a separar las ideas de las propuestas, de los ideales.
No será un trabajo fácil. Ya no más viejas fórmulas engañosas llenas de palabrerías que no presentan ni al candidato, ni al político. Ya no a tonos planos y parsimoniosos. Ya no a discursos analgésicos. Esta vez, la contienda será, como debió haber sido siempre; una contienda de argumentos y pruebas de su trabajo en la sociedad.