
Editorial / Dinámico Informativo
Dicen que las matemáticas no mienten, pero siempre habrá quien las use como maquillaje político. Ese es el caso de Lalo Medécigo, quien llegó a su informe anual con la única estrategia que domina: inflar números como si fueran globos de feria. Porque cuando no hay resultados que presumir, nada mejor que esconder el vacío detrás de estadísticas que ni en los cuentos de ciencia ficción.
El problema es que, al revisar su gestión, pareciera que el único logro del año fue perfeccionar el arte de multiplicar cifras; donde hubo tres, él dice que fueron treinta; donde apenas alcanzó para un par de obras, él asegura que transformó la ciudad entera. Y así, con unos espectaculares más creativos que reales, intenta convencernos de que su inacción es en realidad un “avance histórico”.
Lo cierto es que Medécigo encontró la fórmula para sobrevivir políticamente sin hacer nada; inventar realidades alternas. Si hubiera premio a la imaginación numérica, ya tendría asegurado el reconocimiento internacional. Pero mientras presume logros que solo existen en su informe, la gente sigue esperando lo básico: calles sin baches, servicios que funcionen y autoridades que trabajen.
En conclusión, el primer año de Lalo no es una rendición de cuentas, sino un espectáculo de pirotecnia estadística. Pura luz, puro ruido y, cuando se apaga el show, lo único que queda es la oscuridad de un año perdido.